Capítulo 8 (Maggie)

Caminaba por las calles intentando encontrar mi casa, la cual era bastante fácil de hallar, pues estaba prácticamente al final de la carretera y del camino. No me imaginaba qué diría Lilly cuando me viera. Seguramente me mandaría cambiarme de ropa rápidamente o algo así.

Estaba calada hasta los huesos... Si lo llego a saber le habría dicho que sí a Alec... Bueno, mirándolo por el lado bueno, más calada de lo que ya estoy no puedo estar.

En la puerta me esperaba preocupada Lilly. Si no lloraba era por poco. Cuando me vio gritó de alegría por dentro y se fue en mi dirección con un paraguas.

- Pero bueno, señorita Maggie, ¿qué la ha pasado?- preguntó con una gran preocupación dentro de ella.

- Que estaba lloviendo y por querer salir antes me ha tocado mojarme.- mentí.

- Pues pase antes de que coja un resfriado.

La hice caso. Entré en la gran y espaciosa casa a cambiarme de ropa. Mi habitación tenía baño independiente, por lo que no me costó coger la ropa y darme una ducha rápida.

En realidad estar sola tenía sus ventajas... No te decían lo que tenías que hacer, es decir, en otras palabras, eras totalmente independiente. Pero como todas las cosas que existen en el mundo, además de poseer unas increíbles ventajas, también tenía sus inconvenientes... solo que ahora no se los veía.

Al acabar de ducharme me puse un chándal, lo más cómodo para estar en casa, teniendo en cuenta que no tendría ninguna visita. Mi pelo estaba húmedo, por lo que lo sequé con ayuda de mi apreciado secador.

Al bajar a la cocina, observé que Lilly estaba haciendo ya la comida.

- ¿Qué hay de comer?- la pregunté cuando llegué. Ella pegó un brinco.

- ¡Oh! ¡Qué susto me habías dado! Raviolis de setas a estilo italiani.- contestó con su perfecto acento italiano. ¿He mencionado que nació en un pequeño pueblo de La Toscana Italiana? Supongo que no.

- Seguro que están deliciosos.- alabé.

- Ahora mismo los termino de hacer. ¿Tienes hambre?- me rugieron las tripas.

- Creo que bastante. Pero no te preocupes... Hazlos tranquílamente. Sin prisas. Yo esperaré en el salón.- andé hacia el salón decorado como en la época barroca, con muchos adornos y cosas antiguas. Pero eso es lo que le hacía especial... digo yo.

Me senté en un sillón bastante cómodo a esperar la comida.

Pasaron unos cinco minutos hasta que "el manjar" estuvo listo completamente.

Comí con Lilly en el salón. Entablamos una conversación bastante aburrida, ya que lo que ella quería es que me sintiera cómoda y alegre mientras comía, y no al contrario. Pero hablar de qué tal me había ido en mi primer día de colegio no es que fuera muy entusiasmante, he de decirlo.

Ella acabó antes que yo, y, nada más hacerlo, se fue a limpiar los platos mientras yo iba de camino a mi habitación, a hacer los deberes.

Era extraño que en mi primer día me mandaran deberes, pero no imposible. Aunque bueno... tampoco es que fueran muy difíciles.

En media hora terminé de estudiar biología (asignatura que se me daba bastante bien), ciencias, química, física, geología y literatura. La mayoría de ellas, por no decir todas, las había dado ya anteriormente en mi antiguo colegio, por lo que no me suponían ningún reto mental.

El teléfono sonó pasados 30 minutos.

- ¿Hola?- hablé.

- Maggie, cielo... ¿Qué tal te ha ido en tu primer día?- era mi padre. "¿Tú cómo crees que me habría ido?", me habría gustado responderle, pero en vez de eso, contesté con una alegría fingida:

- Fantástico. He hecho varios amigos allí. Son todos muy agradables. Y las asignaturas bastante fáciles, además. Ahora mismo acabo de terminar todo lo relacionado con ellas.

- Me alegro mucho. Una cosa... - agregó. "Prepárate, Maggie" pensé.- ¿Te acuerdas que pensaba compensarte por lo de anoche? Pues tengo algo que seguro te encanta...- esperé qué era eso tan genial que me tenía que contar antes de hablar.- Esta noche tengo una reunión en Eugene con unos antiguos compañeros de trabajo, y me gustaría que me acompañaras.... Seguramente habrá bastantes chicos de tu edad. ¿Quién sabe? A lo mejor incluso te haces amigo de alguno de ellos. ¿Qué me dices?- preguntó espectante. Suspiré con hastío.

- Está bien.- dije finalmente. Me daba algo de pena que mi padre intentara una buena relación padre e hija mientras yo pasaba del tema.- ¿A qué hora? Supongo que tendré que elegir un vestido...

- Tranquila. En tu armario hay bastantes prendas de vestir por si se presentaba alguna ocasión así... Creo que son de tu talla. Y por lo demás no te preocupes. Es a las 8, cenamos por allí. Me alegra que hayas acepado venir conmigo.- dijo agradecido. No le veía la cara pero seguro que sonreía.- Hasta entonces, pues.

- Adiós.

Y, mientras el tiempo pasaba, yo simplemente me tumbé en la cama, encendí mi Ipod, y a continuación se escucharon mis canciones favoritas desde toda mi vida. Entre ellas destacaban Muse, The Fray, Oranger, Paramore, P!nk, etc..

Mis ojos se fueron cerrando contra mi voluntad, quedando sumida en una oscuridad terriblemente abrumadora...